domingo, 29 de abril de 2012

Una tarde de verano en "El séptimo sello"


"Sentados aquí con vosotros, qué irreales y lejanas parecen esas cosas. Siempre recordaré este día, esta paz, las fresas, el cuenco de leche, vuestros rostros iluminados por la luz del atardecer, Mikael tan dormido, y Jof con su laúd. Conservaré el recuerdo de nuestra conversación. Me bastará ese recuerdo, como una revelación"...

sábado, 28 de abril de 2012

Madrid y yo bajo la lluvia


Odio los paraguas. No le tengo mucha estima a las capuchas, pero odio los paraguas. Y no me gusta cuando llueve pero no llueve. Esa lluvia "perro del hortelano", ese vapor manchado del gris de las aceras. Las colillas se ahogan en los charcos, y anhelo un cristal rociado tras el que ver pasar la tarde. La ciudad bajo la lluvia siempre está en blanco y negro, como las películas antiguas, en escala de grises. Y yo quiero una gabardina y un sombrero, y quiero bailar como Gene Kelly mientras la Luna se desangra en lágrimas de plata sobre la calle. Llueve sobre todos, pero el agua solo moja a los hambrientos, a los olvidados, a los cansados...

viernes, 13 de abril de 2012

Aquella mañana de abril (26 años del desastre de Chernóbil)

El año pasado escribí las siguientes líneas sobre aquellos tres voluntarios que se sacrificaron conscientemente para vaciar las piscinas reactivas de la central de Chernóbil (Chernobyl), salvando así a la humanidad de un invierno nuclear:


Aquella mañana de abril (a los héroes de Chernobyl)

Aquella mañana,
era una mañana de abril,
apuraron el vodka los tres.
No faltaron pasos adelante,
pero tres eran suficientes
para el mar de plástico.
A la hora de la muerte
ya caminaban por el vientre
de plomo fundido,
entre los últimos días de Pompeya.
Antes de entrar
ya estaban muertos.
Cada respiración asistida
acercaba el residuo,
residuo de bala de plata
que mata al lobo y al hombre.
En el desierto férrico,
la distopia se desmelenaba,
y los tres,
sin rostro,
como relojeros entre ruedas dentadas,
revivían un mundo Lázaro,
un cuerpo agonizante y fluorescente,
y oxidado.
Eran tres,
pero eran muchos,
pues eran todos,
y con botas de goma
se inmolaron,
pecho abierto hacia el ocaso.
Hijos de la mitología de un dios menor,
héroes casi griegos y sin nombre
en la soviética estepa libertaria.
Solo eran tres,
y ni los cuervos se reían a su paso,
hasta la muerte sufrió un nudo en la garganta,
pues vio al hijo del hombre hacerse inmenso,
titánico a la hora del silencio.
Y silencio sobraba,
silencio de incoherencia atronadora
para tres hombres con piel de astronauta.
Aquella mañana,
era una mañana de abril,
apuraron el vodka los tres.
No faltaron pasos adelante,
pero tres eran suficientes
para el cielo de ceniza de plutonio.

©Ángel Codón Ramos, 2011, 2012

domingo, 8 de abril de 2012

De regreso a la capital

La calle de Santa Clara bajo la lluvia, jueves santo en Zamora...

Tras una Semana Santa pasada por agua en Zamora, estoy de vuelta en la capital. Por delante una semana con mucho trabajo por hacer. Hay que ponerse las pilas para entrar de lleno, ahora sí, en el segundo trimestre del año...

lunes, 27 de febrero de 2012

Mis poemas favoritos: Poema para mi muerte (Julia de Burgos)

Poema Para Mi Muerte (Julia de Burgos)

Ante un anhelo.
No morir conmigo misma, abandonada y sola, en la más densa roca de una isla desierta. En el instante un ansia suprema de claveles, y en el paisaje un trágico horizonte de piedra.

Mis ojos todos llenos de sepulcros de astro, y mi pasión, tendida, agotada, dispersa. Mis dedos como niños, viendo perder la nube y mi razón poblada de sábanas inmensas.

Mis pálidos afectos retornando al silencio ¡hasta el amor, hermano derretido en mi senda! Mi nombre destorciéndose, amarillo en las ramas, y mis manos, crispándose para darme a las yerbas.

Incorporarme el último, el integral minuto, y ofrecerme a los campos con limpieza de estrella doblar luego la hoja de mi carne sencilla, y bajar sin sonrisa, ni testigo a la inercia.

Que nadie me profane la muerte con sollozos, ni me arropen por siempre con inocente tierra; que en el libre momento me dejen libremente disponer de la única libertad del planeta.

¡Con qué fiera alegría comenzarán mis huesos a buscar ventanitas por la carne morena y yo, dándome, dándome, feroz y libremente a la intemperie y sola rompiéndome cadenas!

¿Quién podrá detenerme con ensueños inútiles cuando mi alma comience a cumplir su tarea, haciendo de mis sueños un amasijo fértil para el frágil gusano que tocará a mi puerta?

Cada vez más pequeña mi pequeñez rendida, cada instante más grande y más simple la entrega; mi pecho quizás ruede a iniciar un capullo, acaso irán mis labios a nutrir azucenas.

¿Cómo habré de llamarme cuando sólo me quede recordarme, en la roca de una isla desierta? Un clavel interpuesto entre el viento y mi sombra, hijo mío y de la muerte, me llamarán poeta.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Mis poemas favoritos: Epitafio para Joaquín Pasos (Ernesto Cardenal)

Epitafio para Joaquín Pasos (Ernesto Cardenal)


Aquí pasaba a pie por estas calles,
sin empleo ni puesto y sin un peso.
Sólo poetas, putas y picados
conocieron sus versos.

Nunca estuvo en el extranjero.
Estuvo preso.
Ahora está muerto.
No tiene ningún monumento...

Pero
recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.

Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo,
en el que un día se escribirán los tratados de comercio,
la Constitución, las cartas de amor,
y los decretos.

jueves, 16 de febrero de 2012

Alas de mariposa

Alas de mariposa

Bailaron en el aire generando un estallido de color,
un arco iris onírico.
Suspendidas en el viento como fábulas antiguas.
Unos cuantos segundos muy largos.
Luego se perdieron como un espejismo.
Un reflejo.
Un efecto óptico de sangre caliente y trote de unicornio.

"Alas de mariposa", poema incluido en Grávido y mortal. Descárgalo gratis pulsando aquí.